El número de oficinas coworking ya está cerca de las 14.000 en todo el mundo. En España el momento álgido se vivió en 2010. La tendencia parece imparable, ya que se estima que en los próximos años este tipo de centros aumenten hasta los 26.000 en el mundo. En España ya hay más de 900 espacios de este tipo, según el directorio ‘Coworking Spain’, lo que lo sitúa como el tercer país del mundo con más oficinas de este tipo. Sin embargo, tal y como destaca Hermarta, estudio especializado en el equipamiento integral de espacios laborales, en los últimos tiempos, los espacios de trabajo compartido han evolucionado y han adquirido nuevas características.
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Especialización por sectores y filosofía de empresa
Hasta el momento, la máxima de los coworkings era la desaparición de las jerarquías, zonas diáfanas y espacios más o menos similares, sin tener en cuenta el tipo de empresa que va a trabajar en ellos. Actualmente, esto está cambiando y ya se está demandando una especialización, “se empiezan a ver espacios de trabajo compartidos ideados para sectores en concreto o para empresas con una filosofía similar. Se trata de una evolución natural, ya que los espacios coworking suelen haber start-ups o empresas en fase de incubación, y el hecho de compartir espacio con otras empresas similares, ayudan a que su evolución sea más progresiva. A su vez, estos espacios generan una red de networking más que interesante para que sus inquilinos establezcan relaciones profesionales. Es lo que llamaríamos la especialización del coworking”, apunta Gerard Rosell, del departamento técnico de Hermarta.
Las zonas de coworking dentro de las empresas también evolucionan
Por otro lado, las zonas de coworking no solo se dan fuera de las empresas, sino también dentro de ellas. En los últimos años, tal y como se destaca desde Hermarta, hubo un “boom” de áreas openspace, en la que todos los trabajadores de la empresa, sin importar su puesto en el organigrama, trabajan en un mismo espacio. “El “boom” de las zonas compartidas se encaró con demasiada premura, y muchas organizaciones cometieron el error de abrazar la moda sin haberlo analizado del todo, convirtiendo sus metros cuadrados en una gran sala común” apunta Rosell. La idea era fomentar el trabajo en equipo y terminar con las antiguas jerarquías. Sin embargo, en la práctica, muchas veces es necesario disponer de un espacio para aislarse y poder concentrarse o mantener conversaciones privadas. “La solución que se está tomando en muchos casos es optar por cubos con paredes de cristal y techo propio, generando así espacios completamente aislados a las zonas de trabajo, permaneciendo aún en la oficina y el espacio abierto”, analiza Rosell.