Estar preparado para el fracaso es esencial para emprender, pero ¿puede aplicarse esta máxima a toda una nación? Es la pregunta que se hace el periodista económico de Financial Times, Sam Fleming.
En este sentido, el prestigioso rotativo estadounidense nos ofrece datos inequívocos: más allá de los unicornios de Sillicon Valley, el porcentaje de compañías que son startups y tienen al menos un empleado fue el segundo más bajo de toda la serie histórica (el primero fue 2013) y un 20% inferior al previo a la recesión, motivada por la eclosión de las hipotecas sub-prime.
Encontrar la respuesta a por qué está sucediendo esto en el país donde se concentran las más prestigiosas tecnológicas y donde los negocios fluyen al margen de célebres nichos de mercado como San Francisco o el ya mencionado Sillicon Valley, se ha convertido en una misión esencial para los analistas del mercado startup estadounidense.
Hay quien apunta a un problema generacional, propio de unos millenials incapaces de lanzar más negocios debido a los niveles récord de deuda contraída para pagar sus estudios o a la escasez de capital familiar para cancelarla.
Sin embargo, parece más plausible detenerse en el exceso de regulación burocrática y, sobre todo, las dificultades de acceso a la financiación y al crédito.
Conviene recordar que las pymes no tienen las facilidades de Apple allí donde solía existir un paraíso startup.