Esta palabra tan extraña y que en la actualidad ha vuelto al lenguaje de todos nosotros “infoxicación” gracias, entre otras cosas, a un anuncio de una reconocida marca de coches nos ayuda a comprender la gran verdad de nuestros tiempos.
La enorme variedad de contenidos que las empresas generan a lo largo de su vida, entre comunicados, noticias, nombramientos, novedades etc. hace que estemos intoxicando los vehículos de transmisión de la información que se han venido utilizando desde siempre. Se está llegando a un punto en el cual la esencia de difusión de información se está perdiendo a expensas de una estrategia de cuanto más y en más sitios mejor.
Por esta razón, el consumidor está tejiendo una malla en la cual se protege de esta situación, crea sus reglas para consumir sólo la información que quiere en cada momento y manda a la “papelera de reciclaje” todo aquello que no considera relevante.
Esto no es nuevo, ya Kant advertía, que la pura información sin criterio alguno de selección es ciega, y Norbert Wiener iba más allá cuando decía: “Existe un techo al número de variables o de informaciones con las que podemos operar y que sabemos manejar operativamente”. Estos autores hablaban de una realidad de su tiempo sin conocer y ni siquiera vislumbrar lo que se nos venía encima.
En la actualidad, el problema no sólo está en la gran cantidad de contenidos a los que estamos expuestos, sino que los canales para transmitirlos, han crecido de una forma exponencial. Desde hace unos años se está trabajando en un proyecto en el cual se intenta representar “El Prisma de la Conversación” para resumir todos los servicios dentro de la denominada Web 2.0. Aquí se puede ver cómo, en los últimos 3 años, el crecimiento en el número de servicios ha incrementado. Este crecimiento se ha desarrollado más rápido que la propia capacidad de absorción de los usuarios o la de encontrar el valor que cada uno de estos servicios pueda tener.
Viendo que el continente y el contenido están híper-saturados y que las grandes compañías siguen una estrategia que se resume, en la cita utilizada por Xabier Rubert de Ventos en su artículo “La Red del Pescador”: “Si no puedes darles menos información de la que necesitan, dales más de la que pueden asimilar: colápsalos”.
¿Qué pueden hacer las PYMES?
La pequeña y mediana empresa tiene que conocer sus capacidades y saber cual es su lugar en esta guerra. Las opciones están claras, o participas en la vorágine de la “infoxicación” siendo consciente de la gran inversión tanto económica como de tiempo que esto conlleva, y por supuesto, conociendo los riesgos que ya he detallado anteriormente o como dice Sun Tzu: “la prudencia y la firmeza de un pequeño número de personas pueden llegar a cansar y a dominar incluso a numerosos ejércitos”.
Las pequeñas empresas deben preocuparse en conseguir su nicho de mercado, especializándose y dando a su consumidor un valor. Siendo pequeñas, tienen unas ventajas frente al grande tales como mejor acceso a la información de mercado, flexibilidad a la hora de realizar cambios, cercanía y capacidad de innovación.
Pero lo más importante está en conocer cual es el tejido y el grosor de la malla que los consumidores han creado, ya que a diferencia de las grandes compañías no disponen de un presupuesto que les soporte atacar todos los frentes y salir victoriosos de la campaña.
Si concentran sus esfuerzos en buscar, entender quién es su público, cuáles son sus gustos, sus aspiraciones, qué ven y qué escuchan, ya tienen mucho ganado.
Esto es un trabajo que, a priori, parece largo y costoso pero que a la larga, hará que la inversión se reduzca drásticamente y que tras los resultados se verá que ha merecido la pena realizar este esfuerzo.
Ahora es el momento de “des-infoxicar”, es el momento de ofrecer la información que nuestros públicos requieren, con las características que necesitan y en el medio idóneo para su recepción. Es el momento de comunicar cada cosa donde corresponda, estando en el momento y en el lugar adecuado. Y para finalizar, es el momento de reivindicar que la información es poder pero en su justa medida. Vale más hacer un análisis previo del entorno y de las necesidades, que lanzar informaciones hacia todas direcciones sin un rumbo claro, porque como dice un gran amigo mío, “no hay viento a favor para el barco que no tiene puerto de destino”.