El aumento de las compras que se hacen aplazando su pago mediante tarjeta de crédito es un hecho innegable y fácil de apreciar en los hábitos de consumo de la población general. De hecho, según la Encuesta nacional sobre el uso de efectivo, realizada por el Banco de España el pasado mes de julio, el 2,5 % de la población declaró que había dejado de usar el efectivo por motivos de higiene a causa de la pandemia, lo que se traduce en un incremento del uso de las tarjetas, tanto de débito como de crédito.
Una de las consecuencias que se derivan de este cambio de tendencia y que tiene que ver con la salud mental de los españoles es que, según los expertos, el endeudamiento que conlleva el uso de las tarjetas de crédito puede ser el origen de lo que se conoce como “estrés financiero“. De hecho, según los últimos datos del estudio COVID-19 Global Impact, de la aseguradora de salud Cigna, las finanzas personales y las familiares se sitúan como la cuarta (30 %) y la quinta (29 %) causa de estrés en España, respectivamente, después de la incertidumbre sobre el futuro, el riesgo de contagio por covid y la sobreinformación sobre la pandemia.
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Ojos que no ven, bolsillo que se vacía
Dejar de pagar en efectivo significa, entre otras cosas, que dejamos de tocar el dinero con el que adquirimos los productos y servicios. Lo que ocurre entonces es que se produce una doble pérdida de conciencia, ya que “ni ves el dinero que gastas, ni los paquetes de los productos que compras”, apunta Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, experta en educación financiera e investigadora del Digital Business Research Group (DigiBiz).
Ahora bien, esto no significa que las compras a crédito con tarjeta sean una mala opción per se. De hecho, la experta asegura que este hábito solo puede considerarse un peligro cuando se lleva a cabo sin unos conocimientos mínimos sobre finanzas.
De modo que el uso indebido del crédito es perfectamente evitable si se ponen en práctica diez consejos como los que apunta la docente:
- Hacer una planificación financiera en el mes de enero para todo el año.
- Llevar a cabo un seguimiento de esta planificación.
- Establecer presupuestos mensuales.
- Reservar una parte de los ingresos para las compras, gastos o inversiones previstas hasta final de año, especialmente para las vacaciones o las compras de Navidad. Estos serían los porcentajes deseables:
- Tener un 55 % para los gastos imprescindibles: vivienda, electricidad, agua, gas, supermercado, etc. El gasto de la vivienda debería moverse entre el 30 y el 35 % como máximo.
- Separar un 10 % de ahorro para imprevistos o para los grandes gastos como vacaciones, coche, Navidad, etc.
- Guardar un 10 % como máximo para el ocio: restaurantes, cine, teatro, etc.
- Contar entre un 5 y un 10 % para educación y crecimiento personal: cursos, libros, coaching, etc.
- La experta propone invertir entre un 10 y un 15 % para el ahorro a largo plazo o para inversión.
- Si se puede, dedicar un 5 % a donativos a una ONG o a gente necesitada.
La fórmula matemática de la ansiedad
La carencia de nociones relacionadas con la economía doméstica es lo que alimenta el estrés financiero. Por el contrario, “si hay una buena educación financiera, este tipo de estrés desaparece”, asevera Ruiz-Dotras. Y añade: “La cuestión es que uno debería ser consciente de sus ingresos y de sus gastos. Sin embargo, el problema es que la mayoría de la gente sabe cuáles son sus ingresos, pero desconoce la cantidad exacta de dinero que gasta”.
Partiendo de este escenario, ¿cómo y por qué se produce la ansiedad de carácter financiero? Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, expone la “fórmula matemática de la ansiedad”: “se trata del cociente entre la percepción de la amenaza y la percepción de recursos para hacerle frente. Cuanto mayor sea la amenaza percibida (por ejemplo, si no pago el alquiler, me quedaré sin techo) y menor sea la percepción de los recursos propios (es prácticamente imposible que encuentre un trabajo que me permita pagar el alquiler), más alto será el nivel de ansiedad”. El experto añade que, “además, si en el denominador de la ecuación el valor es cero (es decir, en lugar de prácticamente imposible lo percibo como completamente imposible), el resultado será infinito, lo que equivaldría a una ansiedad insoportable que se manifestaría con ataques de pánico”.
Del estrés financiero al insomnio y la hipertensión
La ansiedad provocada por el sobreendeudamiento desemboca irremediablemente en el menoscabo de nuestra salud física y mental, y afecta, además, a nuestro entorno familiar y social. Uno de los primeros síntomas que aparecen en alguien que sufre estrés por su situación económica es el insomnio, y la dinámica familiar se ve alterada. Según Soler, “el 41 % de familias con estrés financiero reconocen que esa situación repercute en sus relaciones familiares. En cambio, nueve de cada diez familias se sienten bien cuando la economía doméstica es boyante”.
Una vez asoman las primeras señales de estrés financiero, sus efectos “colaterales”, los vinculados al entorno, no tardan en hacerse visibles. “En la familia aparecen discusiones acerca de cómo administrar el poco dinero del que se dispone. También es posible que haya que hacer ciertas renuncias, incluso en alimentación. Todo ello hará que el clima de tensión se instale como un negro nubarrón sobre toda la familia”, advierte el experto.
También nuestra red de relaciones sociales se verá resentida rápidamente. Y es que, “si no podemos seguir el ritmo económico de nuestro entorno, estamos cortando de raíz el propio soporte social. Incluso puede haber personas que intenten seguir el ritmo de vida de sus amigos o familiares, pero que, por vergüenza, no se atrevan a explicarles su situación económica, de modo que tampoco podrán recibir un soporte moral ni un posible apoyo económico”, afirma Soler.
Claves para retomar el control emocional y financiero
En el caso de estar padeciendo estrés financiero, el experto propone un plan de recuperación para revertir la situación. En primer lugar, hay que identificar y reconocer la existencia del problema. A partir de ahí, si no nos vemos capaces, Soler recuerda que hay recursos que pueden ayudar: “Me refiero a recursos públicos, como acudir a los servicios sociales del municipio donde residimos. Desde allí, pueden ofrecernos asistencia ayudándonos a buscar un trabajo de una forma más eficiente o incluso asesorándonos en cómo crear nuestro propio empleo con un mínimo de garantías, con el asesoramiento de profesionales”.
Para Ruiz-Dotras, la única forma de evitar el estrés financiero es tener una buena planificación de los gastos personales o familiares para todo el año. “Si tienes claro qué gastos vas a tener en los próximos meses, es más sencillo decidir cuáles puedes mantener y de cuáles puedes prescindir”, afirma. Y es que, tal y como explica la experta, solo hay dos variables que deben tenerse en cuenta a la hora de equilibrar nuestra economía doméstica, los ingresos y los gastos. De modo que “o bien ajustamos los gastos planteándonos algunas renuncias como, por ejemplo, la plaza de aparcamiento o el consumo de ciertas plataformas de cine, o incluso sopesando la idea de trasladarnos a otra ciudad con unos precios de la vivienda más asequibles y acordes con nuestros ingresos, o bien buscamos la manera de tocar la otra variable, los ingresos, aumentándolos con trabajos extras los fines de semana, por ejemplo”.