Desde los tiempos de las academias presenciales y el método tradicional de enseñanza de idiomas, en el que era necesario memorizar una cantidad ingente de textos y reglas gramaticales frente a un profesor en un aula, el sector ha vivido una auténtica revolución. Podríamos decir que nos encontramos ante una de las áreas que más rápidamente ha absorbido y aplicado los avances tecnológicos a su actividad. En el caso de la Inteligencia Artificial, esta tecnología ha abierto un mundo de nuevas posibilidades en el campo de la educación que podría cambiar su futuro tal y como lo conocemos hasta dejarlo irreconocible.
¿Sustituirán las máquinas a los profesores? La respuesta corta es no. A pesar de que la mayoría de los expertos consideran que la presencia de los profesores es irremplazable, lo cierto es que el futuro de la educación, la forma que tomará la figura del educador y cuáles serán las mejores prácticas en el ejercicio de la profesión, aún son una incógnita. Sin embargo, hay atributos con los que solo contamos los humanos, al menos a día de hoy.
Pero, ¿ante qué nos enfrentamos? Lo que conocemos como Inteligencia Artificial (IA) se refiere a cualquier comportamiento similar al humano producido por una máquina. En la práctica, permite a las computadoras imitar el comportamiento humano utilizando una gran cantidad de datos de experiencias pasadas de comportamientos similares. Se dice que la máquina aprende (machine learning) pero, en realidad, se trata de un proceso similar al de la mímica.
Hay un dicho popular: si no puedes con el enemigo, únete a él. En este sentido, respecto a la aplicación de la Inteligencia Artificial en el sector de la enseñanza de idiomas, esta está viviendo un auténtico boom con el fenómeno de las apps para aprender otras lenguas. La IA está de moda y sus aplicaciones en la enseñanza de idiomas son innumerables.
Por poner un ejemplo, hoy podemos encontrar apps de aprendizaje de idiomas que incluyen un algoritmo que te pone en contacto con el profesor más afín a ti tras realizar una encuesta y que mide el porcentaje de compatibilidad bajo parámetros como la disponibilidad horaria o el presupuesto.
Colaboración profesor – IA
En realidad, no hay mejor sinergia que la de humanos y máquinas trabajando juntos. La IA podrá ocuparse de las labores administrativas, más repetitivas y tediosas (como corregir test de multiple choice), llenará los huecos que es imposible llenar para la mente humana, y el profesorado, por consiguiente, tendrá más tiempo para la parte creativa y relacional de su trabajo, un aspecto vital dentro del aprendizaje y que las máquinas aún no pueden imitar.
La IA consigue de forma ágil algo que el sistema educativo lleva persiguiendo desde hace años: la creación de un itinerario lectivo individual, adaptado a las necesidades de cada uno de los estudiantes. Mientras que ofrecer contenidos personalizados en una clase de 30 personas es el sueño y la pesadilla de cualquier profesor, la IA puede proporcionarlos en apenas unos segundos. La IA también avanza en la integración en el aula, ya que es capaz de implementar las adaptaciones que necesitan las personas con discapacidad para tener éxito en sus estudios, como los subtítulos automáticos que convierten la voz en texto y que resultan tremendamente útiles para las personas con discapacidad auditiva.
Los estudiantes del futuro, nativos digitales, ya viven la IA como una realidad y esta no puede quedar fuera de su día a día, necesitan exponerse a su uso, también mientras aprenden idiomas. Hay que tener en cuenta que se trata de una tecnología que estará presente en su carrera laboral y no solo académica. Aprovechar toda la potencialidad que la tecnología nos ofrece sin deshumanizarnos en el proceso nos ayudará a avanzar más, más integrados y más rápido hacia el futuro de la educación.
Al fin y al cabo, a pesar de todos los avances tecnológicos, no hay ninguna herramienta virtual que reemplace a la figura del tutor, una persona que nos escuche con conciencia, a la que preguntarle dudas y en la que buscar consuelo ante los malos resultados y, por qué no, con la que compartir algún que otro chascarrillo.