Doce años después de la crisis financiera mundial, nos enfrentamos a una situación desconocida. Un tsunami sin precedentes que ha confinado a millones de personas en sus hogares, sacudido las bolsas, cerrado empresas, mercados, restaurantes y calles, paralizando nuestras economías. Los precedentes históricos revelan que una situación de este tipo podría alterar los sistemas políticos y económicos, reconfigurar ideas y teorías e imponer cambios radicales en nuestro estilo de vida.
En esta ocasión, los aliados inesperados han sido la innovación y la tecnología digital, que han contribuido a aliviar el impacto del Covid-19 sobre personas, empresas y gobiernos. En medio del caos emerge una nueva era basada en lo digital, creando nuevas oportunidades. Pero los beneficios de la tecnología no se distribuyen por igual, ya que más de 3.600 millones de personas en el planeta aún no tienen acceso a internet. En la economía informal no existe el teletrabajo. Para millones de niños acceder a una educación en línea es un sueño remoto.
Es el momento de reaccionar de manera coordinada frente a los nuevos desafíos, porque la innovación y la digitalización están aquí para quedarse. Su implantación se ha acelerado y ya no hay vuelta atrás. Ha cambiado la forma en la que trabajamos, aprendemos, compramos o nos relacionamos. Debemos estar preparados para la llamada nueva normalidad. Nunca antes la agenda digital ha sido tan necesaria y vital. No se trata solamente una respuesta inmediata contra el impacto del Covid-19, sino que hace indispensable también el impulso de la investigación y la innovación. Los modelos económicos en vigor están sin aliento por la velocidad con la que se suceden los cambios. Nos encontramos en la era de la globalización, el cambio climático, las pandemias, la transformación digital, la economía colaborativa, la concentración urbana y la despoblación del mundo rural. Numerosos cambios que los gobiernos luchan por regular. Sin embargo, éstos también implican nuevas divergencias y polarizaciones entre economías y sociedades. Por ello es preciso dar nuevas respuestas.
El cambio tecnológico amenaza empleos, pero también crea alternativas. Las relaciones en el trabajo, entre empresas, empleados, los servicios, la movilidad… están evolucionando. La única clave para avanzar es mejorar en innovación y educación. Como en todo lo demás, el futuro de Europa, África y el Mediterráneo estriba en adaptarse, compartir experiencias y avanzar juntos.
Siguiendo el modelo actual, los gobiernos mediterráneos se centran en la creación de empleos y no tanto en la creación de empresas. Un modelo caducado que consiste en lanzar programas masivos de empleo público en lugar de financiar e invertir en empresas exitosas que creen empleos. Está claro que el progreso económico está relacionado directamente con actividades de formación, investigación e innovación, y que existe una correlación entre progreso social y la actividad empresarial.
El ciclo de vida de las empresas debe enseñar a muchos países que el secreto de la eterna juventud es la constante innovación. Los gobiernos tienen que equilibrar los gastos e invertir en infraestructuras tangibles, tales como carreteras, líneas ferroviarias o puertos. No obstante, hay que apostar también por intangibles como la educación, la investigación y el desarrollo. La I+D es el motor clave para construir y consolidar una economía del conocimiento e implantar una cultura de creatividad en la que los jóvenes se inspiren, transformen sus ideas, eleven sus ambiciones y persigan sus sueños.
El espíritu empresarial y el sector privado pueden impulsar la adaptación a la tecnología y la innovación, ser el vehículo para implicar a los jóvenes y avanzar. Hay que fomentar un nuevo marco mental, una nueva actitud, aprovechar la energía juvenil, las ideas frescas, pues son éstas las que traen oportunidades. La innovación es una palanca para la creación de valor porque transforma la manera de hacer negocios y tiene un efecto multiplicador en el crecimiento de una nación y sus empresas.
La innovación es el camino al desarrollo y a la supervivencia. El modelo para el ascenso de una empresa o país. La tecnología ya está aquí, pero por sí sola no es la respuesta. Es un facilitador y acelerador de nuevas formas de ser y de hacer. Para tener capacidad de crear riqueza y asegurar un futuro, innovar no es una opción, es una necesidad.
La región mediterránea tendrá que crear cientos de millones de nuevos empleos en las próximas tres décadas. Este desafío presenta una oportunidad para que la región transforme sus economías y aproveche la creatividad de su gran población juvenil y el poder disruptivo de la tecnología para crear riqueza.
Nos guste o no, las líneas de producción requerirán cada vez de menos mano de obra gracias a máquinas más eficientes, la automatización y la robótica. Además, la próxima ola traerá más inteligencia artificial, impresión 3D y nuevas capacidades que harán que el trabajo adicional sea redundante. Sabemos ya que 8 de cada 10 puestos de trabajo se perderán por las nuevas tecnologías (no por la inmigración o la globalización), que el 64% de trabajo existente hoy será automatizado y que el 66% de los puestos de trabajo para los próximos 10 años todavía no se han inventado.
La transición a la cuarta revolución industrial, combinada con una crisis de gobernabilidad, hace imprescindible reconsiderar a fondo el capital humano y adaptar la educación al mercado laboral para conseguir prosperidad y estabilidad. Las nuevas tecnologías digitales generan una nueva competitividad que, por el momento, no alcanza a muchos países mediterráneos. Para la región, una transición exitosa garantizaría la competitividad empresarial y sería un factor determinante para la consolidación industrial regional. No hacer nada es un riesgo de impacto negativo en su crecimiento futuro y su productividad.
En esta región, el reto económico más inmediato no son la diversificación ni los nuevos regímenes fiscales, sino la creación de empleos productivos y sostenibles para su juventud. Al mismo tiempo, hay que dotarla de la combinación de los talentos y habilidades que conviertan la industria 4.0 en generador de riqueza y paz social. Hay que preocuparse por el nivel de formación de la fuerza laboral y por su naturaleza cuantitativa y cualitativa. Los factores que hoy permiten evaluarla mejor son el desarrollo de la cultura digital, las habilidades y la capacidad de pensar de manera creativa.
La región posee un enorme capital humano por desarrollar. La educación, el impulso al sector privado y la comprensión de esta revolución tecnológica, serán ingredientes clave para el éxito. Esta es una tarea compleja que requerirá un amplio consenso social y una acción determinada de los gobiernos.
El potencial digital es ilimitado, lo que representa una oportunidad para el Mediterráneo. Un gran mercado con un rápido crecimiento. Un hub de innovación, creatividad y el espíritu empresarial. En los jóvenes se encuentran los recursos para hallar soluciones a los problemas acuciantes.
Dejar atrás el Mediterráneo en la transformación digital no es una opción. El ritmo de la cuarta revolución industrial no esperará a nadie. A medida que EEUU y Asia avanzan, Europa y el Mediterráneo necesitan forjarse su propia identidad. Hoy el desequilibrio es obvio, y todo lo que impide mejorar la capacidad innovadora está condicionando el futuro.
La principal clave para la innovación es la formación. Las empresas que invierten en sus empleados para proporcionarles los conocimientos adecuados son las que crecen. Los gobiernos deben hacer lo mismo, mejorando las cualificaciones y fomentando la innovación en todos los sectores clave de la economía y en el sistema educativo. Si dejan de apostar por la educación de las nuevas generaciones, les estarían condenando a depender de otros de por vida.
Existe una gran necesidad de una nueva plataforma de colaboración que reúna a los gobiernos con las empresas y otros actores interesados en la cooperación público-privada del Mediterráneo, que facilite un diálogo progresivo que comprenda y respete los valores y la cultura de la región.
Se debe Invertir en los jóvenes para desbloquear el dividendo demográfico en un área donde los intereses de los gobiernos, el sector privado y las organizaciones internacionales se alinean plenamente. Esto requiere hoy una acción conjunta de todos para asegurar una región próspera mañana.
Esta crisis pasará, pero no debemos olvidar que la innovación y la digitalización son el camino para la supervivencia y el desarrollo, el combustible para el progreso constante y el modelo para el ascenso de una empresa, una nación o una región.