Somos conscientes de cómo nos afecta la iluminación artificial a diario? ¿Y de los efectos de la luz azul y de la luz roja? El control para el ahorro de la energía y otras políticas económicas han dejado de lado el bienestar y la salud de la sociedad.
Ejemplo de ello es la reciente prohibición del uso de las bombillas halógenas (1/9/2018), y años atrás el de las incandescentes (1/9/2007), por parte de la Unión Europea, dando paso a la iluminación LED, de la cual la mayoría de personas desconoce sus efectos en la salud. Según Carles Surià, Ingeniero experto en mediciones de tóxicos, los intereses de la UE van por otros caminos. Se preocupa más por la eficiencia energética que por nuestra salud. Y es que, como indica el experto, la luz LED presenta un espectro lumínico no ideal (visión no equilibrada de toda la gama de colores) y genera ondas electromagnéticas, lo que dificulta la identificación de los colores e incrementa el estrés. Sin embargo, las lámparas incandescentes o halógenas generaban un espectro luminoso completo y no emitían ondas electromagnéticas.
Todo ello se ve reflejado en el día a día. Por ejemplo, tanto en los ambientes de trabajo como en las escuelas suele haber desde primera hora y hasta última de la tarde iluminación artificial con una fuerte concentración de luz azul, que estimula la adrenalina. Todo este tiempo de exposición retrasa la producción de melatonina y provoca que tanto jóvenes como adultos estén más alterados de la cuenta. “En la naturaleza la iluminación evoluciona de forma continua a lo largo del día. Los primeros rayos tienen una mayor proporción de azul y los últimos nos proporcionan una luz rojiza. Nuestro ritmo circadiano está adaptado a esta evolución diaria de la luz y su alteración provoca trastornos cardiovasculares, problemas de sueño y gastrointestinales, entre otros efectos, según la literatura científica.
Ante esta problemática, el experto propone centrarse en el ser humano y dejar en segundo plano las políticas económicas: “Hay que imitar a la naturaleza. El futuro de la iluminación pasa por conseguir la imitación perfecta de la iluminación natural, pues es el ritmo de la naturaleza el que conseguirá un mayor rendimiento en las personas”. Afortunadamente, el LED es una tecnología con un gran potencial de desarrollo, lo que permitirá avanzar hacia una solución más saludable.
Muy pronto los proyectos de iluminación se centrarán en el ser humano (bajo el ya conocido concepto Human Centric Lighting) y tendrán como objetivo optimizar aspectos del comportamiento humano, una realidad muy distinta a la que se encuentra actualmente en muchas oficinas y colegios. “Cuando nos despertemos por la mañana, la luz del dormitorio tendrá una mayor proporción de azul, lo que incrementará la adrenalina y nos activará. Después, en la oficina o en el colegio, la proporción de azul disminuirá a medida que avance el día, para evitar así un exceso de adrenalina. De esta forma habrá menos trabajadores alterados y menos niños sobreexcitados. Y al anochecer, en casa, la luz tendrá un mayor componente rojo, estimulando la producción de melatonina para poder dormir más relajados”, concluye.