IA: ángeles y demonios

Rufino Contreras, Redactor Jefe de Computing, realiza una reflexión sobre los dos mundos que controlan la Inteligencia Artificial y la lucha permanente a la que se enfrentan.

Publicado el 25 Ene 2018

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El lobo es un lobo para el hombre, ya la decía Hobbes, aunque por mor de la Wikipedia he sabido que la frase era de Plauto, su legítimo autor (bueno, el caso es que aprobé la selectividad y nadie se percató del detalle).

Siguiendo el paralelismo, he llegado a la conclusión de que laInteligencia Artificial va a ser un lobo para la Inteligencia Artificial. Me explico. Siempre me ha parecido el mundo de la ciberseguridad como una partida global de ajedrez, en la que los siniestros jugadores del lado oscuro mueven anticipadamente sus fichas y no dejan a los contendientes legales tiempo ni margen de maniobra. Cuando te viene el golpe, el mal ya está hecho, y luego todo el mundo a recomponer las defensas, tapar agujeros y sacar pecho ante el mundo de que no han sufrido daño alguno.

En el caso de Wannacry se demostró que el único modo de aguantar el tipo contra los ataques es la actualización del software y la vigilancia constante de las posibles vulnerabilidades. Pero la situación puede ser cada vez más peligrosa merced al uso espurio de Machine Learning y la IA, que puede multiplicar exponencialmente los estragos causados tanto en la información personal como corporativa. Se imaginan a los malos sabiendo en todo momento a dónde vamos, cuáles son nuestros gustos y a qué dedicamos el tiempo libre, qué páginas visitamos, cuáles son nuestras debilidades… Podrían arruinar la vida de cualquier persona, incluso haciendo uso de los sobornos más crueles. El que más o el que menos, siempre tiene algo que esconder. Y los motores de Machine Learning barren el planeta digital trazando cada dato como una pepita de oro a la que sacar partido.

Un caso ilustrativo es la decisión de Facebook de convertirse en adalid de la juventud, y ha pedido a chicos y chicas que les envíen sus fotos comprometedoras para integrarlas en sus bases datos y convertirse en guardianes de Internet, evitando que dichas imágenes sean emitidas por terceros. Pero, claro, ¿podemos confiar a Facebook el papel de protector de nuestra honra si es plausible sospechar de su conexión con la Agencia de Seguridad Americana y es notoria su ambigua política de censura de fotografías en Instagram? Y además, nadie nos garantiza que las fotos no sean hackeadas y se conviertan en un festín para los cibercriminales.

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Rufino Contreras

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