Nada más despertarme, lo busco desesperadamente entre las sábanas. Al amanecer me quedo tranquilo sabiendo que está a mi lado. El desayuno sin su compañía, ya no es lo mismo. Igual que una mascota solícita me acerca todos los periódicos del mundo sin pestañear. Para llegar al trabajo, es mi copiloto perfecto y cuando me voy a una rueda de prensa en Alcobendas recurro a su pericia geolocalizadora. Mi amigo también me ayuda a recordar las cosas de las que creía saber y nunca logro recordar a ciencia cierta. Me ha sacado más de una vez de un apuro a la hora de asegurar quién fue el protagonista de tal o cual película. Aunque también he perdido más de una apuesta fiándolo todo a mi empecinamiento soberbio.
Sus líneas son perfectas y cuando lo miro me siento subyugado por su luz protectora. Le hablo y me escucha, incluso me entiende y me sugiere el mejor restaurante para pasar una velada juntos o la tienda en la que encontrar el regalo perfecto. Pero últimamente, noto que está perdiendo facultades, ya no me responde tan rápido cuando le requiero para cualquier capricho o necesidad de informarme. Lo veo que se está apagando lentamente como una vela que se consume sin remedio.
Siento que presiente que estoy a punto de traicionarle.
Ya no le gusta acompañarme en los paseos y contar todos los pasos que hemos recorrido durante un par de horas, interesándose por mi salud. Tampoco me habla ya del tráfico de mi zona, ni del tiempo que vamos a tardar en alcanzar la ruta a la cancha de baloncesto donde me desconecto de la vida digital. Se pone nervioso porque sabe que hoy es Black Friday, noto que se siente desplazado y se pone a vibrar de una forma frenética. No sé si le ha agarrado algún virus otoñal, porque a veces parece no conocerme y no atiende a mis contraseñas. Sufre de vejez prematura. Me cambia los archivos de sitio y las aplicaciones las deja en ‘standby’, incapaz de procesar más de una orden seguida. Ahora me tengo que esconder buscando en los catálogos de las operadoras, y siento su mirada de rencor cuando pronuncio en voz alta la palabra iPhone. Siento que presiente que estoy a punto de traicionarle.