La ópera de San Francisco acogió a desarrolladores, vendedores, fundadores de empresas e inversores de capital riesgo ávidos de dar con el siguiente unicornio, como se llama en Estados Unidos a las empresas cuya valoración supera los mil millones de dólares. Desde hace nueve años, Techcrunch, un medio especializado en tecnología, celebra este galardón.
El jurado decidió que La aplicación de transporte Uber recibió el premio a la mejor startup o empresa emergente. El inversor de capital riesgo del año, llamados VC (leído bi-sí) en el argot, por venture capitalist fue Bill Gurley, de la firma Benchmark. Scott y Cyan Banister se hicieron con este mérito gracias a su olfato, pues fueron de los primeros en abrir la chequera para proveer de fondos a Uber y SpaceX.
La mejor startup de nuevo cuño fue Honor, todavía con un número limitado de clientes, pero con un alto nivel de satisfacción. En esta misma línea, el premio al impacto social fue para Code.org, una organización sin ánimo de lucro que enseña a programar en diferentes lenguajes a través de una aplicación, cuya obsesión es que mujeres y estudiantes con escasa representación accedan a puestos de trabajo cualificados.
La polémica llegó casi al final de la ceremonia, con la elección de la mejor aplicación del año, Messenger, de Facebook. Cercana a los mil millones de usuarios activos, gran parte del público considero que, más que una elección, su descarga es una imposición por parte de Facebook. Mark Zuckerberg fue escogido como mejor consejero delegado. Mientras que el logro del año fue a parar a SpaceX Falcon 9, uno de los cohetes de Elon Musk. Su otra empresa, Tesla, competía con el piloto automático en este mismo apartado. Stewart Butterfield, fundador y consejero delegado de Slack, la aplicación de moda, se consagró como creador del año.