Las informaciones que nos llegan sobre la marcha de la economía española parecen destilar un optimismo desmedido. Crecemos más que el promedio de la eurozona, las cifras de ocupados están en máximos históricos y la inflación, pretendidamente domesticada, ha tenido además como efecto secundario positivo un crecimiento sin precedentes de los ingresos públicos.
La realidad profunda es, no obstante, algo más incómoda de la que estos indicadores muestran. El crecimiento está viniendo, sobre todo, por el impulso del gasto público, con un correlativo aumento de la deuda que, no olvidemos, vuelve a estar bajo vigilancia con la reactivación del Pacto de Estabilidad de la UE. Las cifras de desempleo están vivamente influidas por la categorización de los contratos fijos discontinuos, que no computan como desempleados aun cuando los protagonistas estén en períodos de inactividad, sin realizar trabajo alguno.
Lo podemos ver en la evolución de las horas trabajadas, que apenas están un 3% por encima de los registros pre-pandemia, por más que teóricamente tengamos un 6,5% más de ocupados, con 1,3 millones de nuevas incorporaciones. Si los más de 700.000 trabajadores en estas circunstancias aflorasen como parados, la tasa de desempleo subiría hasta el 15%.
Respecto a la inflación, es notoria la inquietante evolución de los precios de los componentes menos volátiles de la cesta de la compra, en registros todavía muy elevados (3,4%) y alejados de los objetivos marcados por el Banco Central Europeo.
En este contexto, pensar en palancas que de verdad impulsen la economía no resulta un ejercicio ocioso. De todas ellas, el espíritu emprendedor resulta, a nuestro juicio, diferencial. La economía real la mueven, verdaderamente, los innovadores; es la puesta en el mercado de nuevos productos y servicios la que tracciona el sistema, aportando utilidades que generan no solo progreso económico sino bienestar social.
No obstante, el ejercicio emprendedor deriva en una singladura sembrada de obstáculos y riesgos de todo tipo, solo apta para valientes. La cultura de la estabilidad evita que muchos jóvenes se planteen este ejercicio, a pesar de que los indicadores de sobrecualificación superen ampliamente el promedio comunitario y estimular el auto-empleo sea, sin duda, una opción a considerar seriamente.
El espíritu emprendedor
Con todo, el espíritu emprendedor está ahí. Según el Informe GEM España 2022-2023, el 9,4% de la población adulta española tiene intención de iniciar un negocio en los próximos tres años, cifra que supera la media de la OCDE (8,5%) y recupera niveles pre-COVID. La inversión en startups españolas ha experimentado un crecimiento notable, alcanzando un récord de 3.500 millones de euros en 2022. El ecosistema de financiación se ha fortalecido con la presencia de nuevos actores, como los fondos de capital riesgo y las plataformas de crowdfunding. Los sectores con mayor actividad emprendedora son: tecnología e información (22%), comercio y servicios (20%), y actividades profesionales y científicas (14%).
Si está de moda hablar del déficit de talento, en este campo resulta llamativa la desorientación de los emprendedores. Necesitamos fortalecer radicalmente la formación para abordar con garantía estos procesos, sometidos muchas veces a la más loable inspiración, pero huérfanos de fundamentos sólidos que permitan cristalizar una buena idea en una realidad empresarial con recorrido.
En el Massachusetts Institute of Technology (MiT) primera universidad tecnológica del mundo con más de 100 premios Nóbel salidos de sus aulas, lo tienen claro. Los emprendedores emplean mucho tiempo en cuestiones secundarias cuando lo relevante es entender bien quién es el Cliente y dónde buscarlo; cuantificar cómo de mejor es el proyecto startup (cheaper/faster/better); y explicar bien la distancia entre el valor que aporta (“Life-time Value”) en comparación con el coste de adquisición de cada cliente, especialmente los primeros meses de vida. La planificación del binomio Marketing y Ventas, con sus costes e hitos claves, es el primer peldaño para un planteamiento exitoso y escalable
Si se sumaran todas las startups y compañías que han salido de MiT, su tamaño agregado equivaldría a la economía número 10 del mundo. Pongamos foco e impulsemos aquello que diferencia a las economías dinámicas de aquellas que arrastran su evolución maquillando, como pueden, los indicadores reales. El emprendimiento es el verdadero motor del progreso.