Quién nos iba a decir que un banco es todo menos una empresa que guarda los ahorros de las personas; les da créditos y las aboca a hipotecas de años interminables. Que una empresa de seguros es el guardián de tus sueños y realización personal, cuando lo que siempre ha sido es un negocio basado en las inseguridades y en el temor de que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas. Con la tecnología digital, ya nada es igual. Union Fenosa es ahora Naturgy, y te sugiere un mensaje ecologista. Mapfre y Verti comercializan por Wallapop sus seguros a terceras personas, invadiendo un espacio que aparentemente no les corresponde. Carrefour vende sus pollos certificados por blockchain; Acciona se ha metido en el negocio del carsharing…
La vida digital es ese lago de cisnes, deslumbrante desde fuera, que por debajo se convierte en un remolino de patas enredadas en lodo y aguas turbias
La IA se cuela en Estrella de Galicia para mejorar su producto final y Carlsberg sube a la nube espumosa de Azure. Todas las empresas están ‘tuneando’ sus raíces adaptándose a las exigencias de los tiempos. No creo que esté mal, pero pienso que las marcas están obsesionadas con mezclarse con un paisaje de rollo millennial, algo que muchas veces suena a impostura. Luego miras Amazon y resulta que durante el ‘fantástico’ Black Friday, sus trabajadores se pusieron en huelga por las condiciones laborales a la baja. En Netflix, sus empleados viven bajo la presión del inminente despido, según informa The Wall Street Journal. Otro caso flagrante es el de Glovo, una aplicación maravillosa que nos trae a casa la comida para que podamos disfrutar de forma confortable del partido de fútbol acompañados de nuestros amigos, mientras una persona (¿un falso autónomo?) pedalea en su bicicleta, en plena oscuridad y bajo los rigores de lluvia y del frío, para ganarse cinco euros.
La vida digital es muy bonita por fuera, pero tiene unas cloacas que desconoces si no eres de los que te tienes que buscar la vida en eso que los teóricos denominan gig economy, y no deja de ser sino un modo de explotación laboral adornada de tecnicismos. La vida digital es ese lago de cisnes, deslumbrante desde fuera, que por debajo se convierte en un remolino de patas enredadas en lodo y aguas turbias.