La cigarra y la hormiga del Siglo XXI

Ramón Calderón, Jefe de Ventas de Self Bank.

Publicado el 19 Nov 2012

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Todos conocemos la famosa fábula sobre la cigarra perezosa y la hormiga que trabaja de forma incansable guardando comida en su granero para no pasar dificultades en época de escasez. Como la pequeña hormiga, ¿cuántas veces nuestras madres o abuelas nos han aconsejado que ahorremos por si surge un momento de necesidad? Recuerdo la frase que mi abuela me decía de pequeño “hay que ahorrar una peseta” como expresión de que, moneda a moneda, crearíamos nuestro propio granero “por lo que pudiera pasar”. De hecho, antes a todos los niños se nos solía abrir una cartilla en la caja de ahorros de turno para ir guardando ahí poco a poco nuestra “pequeña fortuna”.

Efectivamente, el ahorro siempre ha sido importante y en estos tiempos ha cobrado especial relevancia debido a la crisis económica. Pero las formas de lograrlo han cambiado. Ya no se trata solo de acumular por acumular; guardarlo debajo del colchón o en un calcetín es ya cada vez menos frecuente. Ahora se intenta que ese ahorro que tanto cuesta conseguir también produzca algo, y para eso hay que ponerlo a trabajar.

En el mercado podemos encontrar una variedad muy amplia de productos en los que invertir nuestros ahorros, aunque es importante saber que ninguna inversión está exenta de riesgo. ¿Acaso dejando el dinero debajo del colchón no nos arriesgamos a perder poder adquisitivo al no revalorizarse nuestro capital? No olvidemos que uno de los peores enemigos para nuestros ahorros es la inflación; por no hablar del “coste de oportunidad”, que es lo que dejamos de ganar por tener nuestro dinero en inversiones menos rentables en lugar de en otras con mayores posibilidades de beneficio.
Por eso tenemos que valorar todas las opciones disponibles y elegir la que mejor se ajuste a nuestros objetivos de rentabilidad-riesgo y al horizonte temporal en el que querremos utilizar nuestro dinero.

Hay opciones “de las de toda la vida” en las que invertir nuestro capital con una rentabilidad conocida de antemano. Una de ellas son los depósitos, aptos para ahorradores que no quieren que su inversión tenga gran riesgo y prefieren ir sobre seguro sabiendo cuánto obtendrán al acabar su imposición. O bien las cuentas de ahorro, con una rentabilidad prefijada que abonan intereses en función del capital y en las que, a diferencia de los depósitos, el dinero suele estar siempre disponible.

Una alternativa intermedia es decantarse por vehículos de inversión colectiva, como son los fondos de inversión. Este producto ofrece infinidad de posibilidades y es apto para todo tipo de ahorradores e inversores. Por su naturaleza, la persona que pone sus ahorros en un fondo sabe en qué está invirtiendo su dinero y con qué reglas se gestionará su capital y el del resto de los partícipes. Además por la amplia gama de categorías que existen dentro de los fondos, podemos diversificar nuestra inversión incluyendo desde los más conservadores (monetarios, garantizados o renta fija pública o privada), hasta fondos de perfil más agresivo (renta variable nacional, internacional, emergente, global, sectorial…)

Y, por último, si por tiempo y conocimiento podemos asumirlo, otra opción es gestionar nosotros directamente y de forma activa nuestro capital y destinar una parte de este en el mercado de valores (¡Nunca la totalidad!). Con un seguimiento continuo y las herramientas adecuadas, esta alternativa (no al alcance de cualquiera en el pasado) se ha convertido en una posibilidad más accesible al gran público. Internet y las nuevas plataformas de negociación de acciones han simplificado y agilizado la operativa. ¡Anda que no ha cambiado la forma de comprar y vender acciones desde la época en la que se popularizaron las famosas ‘Matildes’ como sobrenombre de Telefónica allá por los años 60.

En definitiva, cada ahorrador, de acuerdo a su perfil, podrá elegir entre una o varias de estas opciones, pero lo primero y más importante es entender el tipo de vehículo por el que optamos. Generalizando lo que decía Peter Lynch, tenemos que ser capaces de resumir en pocas frases el motivo por el que elegimos determinada opción de ahorro-inversión, de modo que hasta nuestro hijo adolescente lo comprenda.

Entendiendo la inversión como un modo de ahorro, si seguimos el ejemplo de la hormiga pero le añadimos además un poco de inteligencia, una dosis de cautela y también algo de valentía, tendremos la oportunidad de incrementar las reservas de nuestro granero. Un nuevo giro al cuento tradicional del ahorro.

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Redacción TICPymes

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