La reciente Ley de Chips tiene como objetivo invertir 42.000 millones de euros de fondos públicos y privados hasta 2030 p
El momento para una política que apoye y fomente la industria de los semiconductores no podría ser mejor. Desde que comenzó la escasez generalizada de semiconductores, la industria europea se ha visto afectada, especialmente el sector de la automoción, según ha desvelado IDC en su estudio “The European Industry Impact of the Semiconductor Shortage: When Technology Deadlocks Spill Over into the Wider Economy”. Y para valorar el impacto de este hecho desde una perspectiva de mercado, IDC acaba de publicar su nuevo “Worldwide Semiconductor Technology Supply Chain intelligence”, que confirma el desajuste entre la oferta y demanda de semiconductores, con un crecimiento de la demanda del 24,4% en 2021 en EMEA, la segunda zona con el crecimiento más rápido a nivel mundial.
“La fabricación de semiconductores en Europa se redujo en la última década derivándose hacia los países asiáticos”, explica Rudy Torrijos, IDC research manager, Enabling Technologies and Semiconductors. “El número de semiconductores por dispositivo aumenta cada año como consecuencia del proceso de trasformación digital en el entorno industrial. Si queremos mantener la participación de Europa en este mercado es obligatorio aumentar su inversión en la fabricación de los semiconductores en los próximos 10 años”.
Los países europeos tenían la opción de invertir en investigación de semiconductores a través del Proyecto de Interés Común Europeo (IPCEI) de 2018, pero pocos se sumaron a esta iniciativa. La Ley Europea de Chips va más allá y se centra en el verdadero foco del problema: la vulnerabilidad de la dependencia de la cadena de suministro a la tecnología externa.
“La Ley Europea de Chips es la primera política del lado de la oferta cuya intención es potenciar todo el mercado europeo, modificando las estrictas normas de competencia y antisubvenciones que caracterizan al mercado de la UE” declara Anielle Guedes, IDC senior research analyst for IDC’s European Customer Insights & Analysis group. Esta ley es una respuesta a la actual escasez, pero también está relacionada con los recientes movimientos de la UE para mejorar su soberanía digital y tecnológica en las próximas décadas. También aborda el ámbito de permisos y certificaciones, inversiones marco, acceso de las PYMES y medianas empresas a la financiación en innovación, puesta en marcha y expansión; y, lo más más crítico, instrumentos para anticipar futuros problemas en el suministro de semiconductores.
Si bien el momento es muy oportuno, los planes para aumentar la producción de microprocesadores en Europa tardarán en materializarse debido a los plazos y capital que requieren las fundiciones. Por ello, va a pasar mucho tiempo antes de vislumbrar el resultado. A esto se añade que una parte muy significativa de los fondos proviene de los estados y como tal están pendientes rondas de aprobaciones. No obstante, los proveedores tecnológicos no pueden permitirse el lujo de esperar hasta que se solucionen los desajustes entre la oferta y la demanda.
“Teniendo en cuenta la actual escasez de chips y su efecto mariposa a lo largo del tiempo, el enfoque “esperar y ver” no es la mejor estrategia para los proveedores y clientes de tecnología. Se necesitan acciones más proactivas, como adoptar cadenas de valor mundiales abiertas y acelerar la transición a soluciones independientes del hardware, y todas son urgentes”, continua Andrea Siviero, associate research director, IDC’s European Customer Insights & Analysis group.
Europa sigue siendo un imán geográfico para el desarrollo tecnológico por su tamaño de mercado, fuerza laboral altamente capacitada y tecnología avanzada para ampliar la industria de semiconductores a nivel paneuropeo. La UE también cuenta con una estructura de mercado única, gracias al Mercado Común, que le permite implementar cualquier cambio en todo el bloque.
Finalmente, según Guedes, “existen desafíos de competencia por delante que la CE debe abordar mediante la promulgación de políticas adicionales o reajustando la Ley de Chips para mantener a flote las industrias críticas, cubrir los vacíos nacionales y garantizar las reglas antimonopolio. Sin duda, Europa sería más competitiva en el mercado de microprocesadores si afrontara la brecha de inversión para nuevas fábricas, la falta de talento cualificado en el diseño de microprocesadores y pudiera transferir sus capacidades de I+D de última generación a la producción a gran escala”.