Casi un tercio de los más de cinco millones de parados que tiene España está integrado por jóvenes menores de 30 años, una preocupante cifra de desempleo juvenil que azota aproximadamente al 50% de nuestros jóvenes, siendo la más alta de la UE. Un dato que ha provocado que la Comisión Europea y el Consejo hayan decidido poner en marcha políticas activas de empleo para este segmento de la población. De la eficacia de estas medidas y otras más, dependerá mitigar la emigración de muchos jóvenes con la consiguiente fuga de talento, y el retraso forzoso de su emancipación del hogar familiar. Sin duda, tomar iniciativas en este sentido puede ayudar a muchos jóvenes que, justo en los años en los que en condiciones normales deberían fraguar su futuro laboral y familiar, pueden verse condenados a engrosar las estadísticas del paro. El tema es de máxima urgencia porque los síntomas de desafección y malestar entre los jóvenes son preocupantes y crecientes, y mucho de nuestro futuro más inmediato va a depender de un esfuerzo generalizado a favor de estimular el empleo juvenil. Por otra parte, el trabajo tradicionalmente concebido como una progresión lineal dentro de una empresa, en la que un contrato aseguraba una serie de garantías sociales y un salario estable, parece que está cambiando hacia los derroteros de un nuevo mercado laboral con contextos muy flexibles y plagado de incertidumbres.
Formación y situación laboral son dos conceptos que van estrechamente unidos, pero la paradoja es que, nunca en la historia de nuestro país los jóvenes habían alcanzado un nivel educativo formal tan elevado para encontrarse con unas dificultades de inserción laboral tan precarias. Al relacionar formación y empleo, se aprecia que son los jóvenes que están en los dos extremos formativos, es decir, los que tienen una titulación superior y los que no llegan a cumplir la escolarización obligatoria, quienes sufren en mayor medida las consecuencias negativas de la inestabilidad laboral. En cambio, en la mayoría de los países europeos, a mayor nivel educativo, mayor es el nivel de ocupación. También observamos en España, un cierto desajuste entre la formación recibida y su empleabilidad, con un alto porcentaje de chicos/as sobrecualificados en relación con la ocupación que desempeñan. Un hecho derivado de la falta de oportunidades laborales y que puede llevar a restar confianza y competitividad en el desarrollo de la vida laboral de las personas.
Habría que dar muchas vueltas a cómo mejorar las pautas de inserción laboral en nuestro país, especialmente para estos jóvenes que han hecho un gran esfuerzo a la hora de formarse y que se han encontrado con una recesión galopante que requiere cambios estructurales profundos. En este sentido, varias organizaciones e instituciones empresariales están acordando medidas para favorecer el acceso al empleo de jóvenes, pero también deberían pensar en desarrollar sus capacidades de crearlo. Muchas de las áreas donde se proponen actuar pasan por mejorar la financiación, la regulación y la fiscalidad que incentiven la creación de nuevas empresas. La aparición de empresas innovadoras donde puedan trabajar estos jóvenes formados en la excelencia supone la mejor oportunidad para aplicar sus conocimientos y sus facultades adquiridas. El hecho de que la innovación venga en gran medida de la mano de las startups (empresas de nueva creación) es un excelente aliciente para crearlas y no dejar de apoyarlas para que crezcan en negocio y plantillas.
El fomento de la aparición y crecimiento de startups es una de las claves para la aparición de nuevos trabajos, porque muchos de estos emprendedores serán los que consigan traducir la innovación en éxito empresarial y por tanto en empleo. Un gran número de estudiantes destacados de nuestro país están preparados para trabajar en estas empresas nóveles, que son las que crean más empleo neto, y que además pueden contagiar el espíritu de emprendimiento a aquellos que trabajen en ellas. Esto puede tener un efecto multiplicador en varios sentidos, y uno es qué muchos se animen luego a montar su propia empresa y a lanzarse por su cuenta. También se necesita incentivar que estas startups puedan acceder a contratos de la Administración Pública y de grandes empresas, dentro de un sistema de contratación más abierto, transparente y competitivo.
Esto ayudaría a su crecimiento y a su consolidación, con el objetivo de que algunas startups tengan la posibilidad de convertirse en empresas tecnológicas de éxito y adquieran capacidad para invertir en otras que están empezando.
En este contexto de cambio, la formación académica seguirá siendo importante pero ya no bastará para garantizarse el éxito laboral. Las habilidades emprendedoras, creativas, comunicativas, y en general cualquier conocimiento relacionado con el desarrollo de las TICs serán muy valiosas. Está demostrado que tenemos que atraer talento a todas las industrias y generar empleos ligados a las nuevas tecnologías como clave de un futuro donde aparezcan productos y servicios nuevos que se adapten a las necesidades y a los retos del mercado global. Se prevé que las actividades ligadas al medio ambiente y a la energía concentren uno de los mayores potenciales de crecimiento en un horizonte próximo, el del año 2020. Buscamos savia nueva para que jóvenes empresas con potencial puedan desafiar los factores macroeconómicos que predicen una lenta recuperación de la economía y el mercado laboral en España. En este contexto, necesitamos que muchos pisen el acelerador a fondo.