Cuando tenía 17 años, en un arranque altruista, se me ocurrió que por qué la gente que no tenía bicicleta tenía que estar privada de su uso. No estaría mal, pensé, que las bicis se depositaran en los portales de las viviendas, y que aquel que necesitara de una la tomara prestada y con la convicción de dejarla disponible para otros cuando ya cumpliera con sus necesidades. Un amigo más realista trató de chafarme el plan: “quién se encargará de repararlas o de reponer las ruedas, o arreglar los frenos”.
Yo contesté, con la candidez de los años tiernos, que siempre habría algún voluntarioso manitas que resolvería los problemas. Cuatro décadas después en nuestra ciudad hay servicios de motorsharing, patinetes y bicicletas eléctricas. Todo ello gestionado a través de aplicaciones y con el móvil como herramienta básica. Otra de mis ideas fantasiosas de aquellos tiempos fue pensar que, en vez de discos de un solo autor, por qué no se grababan temáticos, con nombres de mujer, baladas de heavy, antologías poéticas… Luego vino Napster y los MP3 para convertir mi idea en realidad y recuperar canciones que colmaron mi juventud y que ahora yacen en cintas de casete arrumbadas en el trastero.
Youtube es el colmo de mis aspiraciones musicales. Te permite improvisar una fiesta en el parque o en la casa de tu cuñada celebrando algún cumpleaños familiar. Y últimamente, parece que trata de halagar mis gustos. Cada vez que lo reinicio, me aparece un mix personalizado con una lista de temas que ni yo mismo me hubiera preparado tan bien. Me resucita canciones que tenía olvidadas, ya sea de Scorpions, Janis Joplin o Barry White. Empiezo a sospechar que me escucha cuando canto en la ducha o en el coche, pues al rato me rescata un dueto de Serrat con Mercedes Sosa o de Bob Dylan con Neil Young ‘golpeando las puertas del cielo’. Se ha convertido en mi diskjockey particular, hasta tal punto que me dejo llevar en volandas por su inteligencia artificial. Sucumbe mi imaginación a la tecnología y me siento cada vez más atrapado en sus tentadoras garras. ‘I Surrender’, grito con desgarro mientras el grupo Rainbow suena de fondo.