En medio de toda la aceleración digital que ha propiciado paradójicamente una desgracia como el COVID-19, no creo que exista empresa en este último año que su premisa no haya sido también la de reducir costes. La digitalización no es gratis y el retraso del sector empresarial ha sido notable en todos estos años.
El nivel digital de España se sitúa por debajo de países como Hungría, Estonia o Croacia y la necesidad de innovar y de mejora del tejido productivo español para hacerlo más competitivo choca, también, con la obligación de contener el gasto en un contexto de crisis. Cloud, Automatización, Impresión 3D, Inteligencia Artificial, Data Analytics, Robotización… son algunos de los propulsores de una transformación que no ha llegado a completar aún el 54 por ciento de las compañías, por lo que sigue siendo fundamental abordar una adecuada gestión del cambio, pero ahora desde una perspectiva 360º.
La inminente llegada del ‘Plan Marchall’ lanzado desde Europa (72 millones de euros de la UE en subvenciones no reembolsables y 68.000 millones en créditos) es evidente que actuará como un importante balón de oxígeno, pero el enjambre de ayudas (5.000 millones de euros para digitalización de las pymes españolas) junto a las que ya existen desde hace años en distintas instituciones y organismos nacionales e internacionales es muy extenso. Justo ahora se hace necesario contar con expertos que canalicen cómo pueden las empresas tener acceso fácil a todas líneas de ayudas oficiales, y no vale cualquiera.
Urge ayudar a las empresas a que comprendan las distintas vías que contribuirán a facilitar todas las inversiones que están por acometer en los próximos años para adaptarse a la nueva economía digital
Se abre en estos momentos la necesidad de poner orden y conocer en qué se materializan exactamente todas estas bonificaciones. Un camino que indudablemente las pymes no pueden ni deben hacerlo solas. Precisamente uno de los mayores problemas por los que las empresas renuncian a la digitalización señala al sobrecoste que supone iniciar el proceso. La transformación digital requerirá de importantes inversiones para renovar el hardware y las infraestructuras tecnológicas cuyo retorno financiero se verá a medio y largo plazo.
Si bien la tecnología está disponible y es accesible para cualquier compañía, urge ayudar a las empresas a que comprendan las distintas vías que contribuirán a facilitar todas las inversiones que están por acometer en los próximos años para adaptarse a la nueva economía digital, seleccionando solo aquellas que mejor impacten en su negocio. Se impone en estos momentos una asesoría tecnológica integral, aún más completa: Digitalia360º, que debe estar a la altura de las circunstancias.
El mayor peligro al que se enfrentan las empresas no es ya el cambio, sino la parálisis provocada por la sobreinformación. Resulta por tanto fundamental, para salvar el primer obstáculo en el camino hacia una adecuada digitalización de las pymes, tender una mano profesional y personalizada a todas las compañías para que puedan conocer y acceder a todas aquellas vías de ayuda, financiación e incentivos fiscales que faciliten una óptima transición digital. Mejorar la debilitada salud de nuestras pymes y de nuestro tejido productivo no solo depende de tecnología, sino también de financiación, pero sobre todo de esa Digitalia360º para que el esfuerzo inversor sea efectivo y contribuya a mejorar la competitividad de nuestras empresas