En España, el salario mínimo se situó en 2021 en 1.126 euros, habiendo subido un 53% desde 2016. Si lo comparamos con otros países de nuestro entorno, es un nivel superior al de Estados Unidos, pese a que el PIB per cápita del país norteamericano duplica al español. En España ha habido una recuperación salarial importante, alcanzando los 1.751 euros/mes de salario medio, pero magnificada por el “efecto ERTE”, que sobredimensiona el crecimiento con respecto a 2020.
En Europa hay una gran diversidad de situaciones. Desde 9 países que no tienen un salario mínimo legal (Dinamarca, Italia, Chipre, Austria, Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia y Suiza), hasta otros 7 en donde el mismo supera los 1.500 euros mensuales.
Tras el fuerte aumento del trienio 2016-2019 (37,4%), el salario mínimo interprofesional moderó su ritmo de avance: 11,1% entre 2019 y 2022, cuando alcanzó la cifra de 1.000 euros mensuales.
Cuando se corrige el salario nominal (es decir, el salario ordinario mensual expresado en euros) de las variaciones del IPC, se obtiene el salario real. El salario real permite conocer las variaciones en el poder de compra del salario nominal.
En 2020, el salario real cayó un 2,7%, pues el descenso de un 3% del salario nominal fue en parte compensado por una caída de un 0,3% del IPC. En 2021 ocurrió lo contrario: la mitad del aumento nominal del salario fue malogrado por el aumento de un 3,1% del IPC.
El poder adquisitivo del salario medio en 2021 fue similar al de 2015-2016 y fue un 4,9% más bajo que en 2010.
La variación del poder de compra del salario medio que se acumuló en los diez años que van de 2011 a 2021 en países seleccionados de la UE, oscila en un rango que va desde una ganancia del 13,6% en el caso de Polonia, hasta una pérdida de un 6% en el caso español.
Suecia y Francia también sufrieron pérdidas, mientras que en Portugal, Holanda e Italia esta variable tuvo variaciones menores. Alemania, por su parte, consiguió un incremento significativo, de un 6,9%.
Por último, el salario medio supera su nivel prepandemia en los tres sectores principales. Tanto en la Industria como en la Construcción y los Servicios, el salario medio creció en 2021 de forma tal de que se pudo recuperar lo perdido en la pandemia y, además, alcanzar nuevos máximos.
Ya van cuatro años consecutivos en que se reduce la diferencia entre el salario medio industrial (el más elevado) y el mismo de los servicios. Si en 2017 el primero era un 19,9% superior al segundo, en 2021 esa ventaja se estrechó hasta el 15%.
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Efectos negativos de la pandemia en el mercado laboral
Dejando atrás la situación sanitaria, uno de los peores efectos de la crisis derivada de la pandemia ha sido la evolución del empleo en cualquier país, pero especialmente en el nuestro.
A pesar de que este pasado 2021 se haya registrado una caída generalizada del paro, España aún sigue por encima de los niveles prepandemia, y suma su 13º año consecutivo como el país con mayor número de desempleados de la UE.
Pese a la reducción y a la incidencia de los ERTEs (los asalariados por ellos afectados se contabilizan como ocupados), las cifras absolutas de parados de España continúan siendo alarmantes cuando se comparan con otros países de la UE. Por ejemplo, con una población un 43% menor, España tiene prácticamente el doble de desempleados que Alemania. O, teniendo el 9,2% de la población de la UE-27, España tiene el 22,8% de sus parados.
Aunque por estrechísimo margen, la tasa de desempleo de España pasó a ser la más alta de la Unión Europea, algo que no ocurría desde 2012. Junto con Grecia, son los únicos países de la UE en donde la proporción de desocupados se mide en cifras de dos dígitos. En el otro extremo, cuatro países tienen tasas de paro inferiores al 4%, por lo que pueden considerarse en pleno empleo. Son Malta, Alemania (3,6% en ambos casos), Polonia (3,4%) y República Checa (2,8%).
Los datos nacionales
Si atendemos a la distribución geográfica del paro entre autonomías, se observa una amplia disparidad en la evolución del número de parados entre las distintas regiones españolas. Se registraron desde descensos marcados, como los de Aragón (-13,2%) y Asturias (-10,7%), hasta alzas significativas, como las ocurridas en La Rioja (+9,3%) y Navarra (+7,9%).
La tasa de paro bajó en 13 comunidades autónomas. Las excepciones fueron Canarias, Navarra, el País Vasco y La Rioja, aunque con incrementos de no más de 7 décimas.
Canarias, Andalucía y Ceuta son los únicos lugares de España con una tasa de desempleo superior al 20%. Pese a su incremento, el País Vasco permanece como la única autonomía en donde esta variable es inferior al 10%.
Otro de las consecuencias de la COVID-19 sobre el mercado laboral es la reducción en el número de empresas de todos los tamaños. Por tercer año consecutivo, se redujo el número de empresas de todos los tamaños y es algo que no ocurrió, al menos, en los 20 años anteriores. La pérdida del parque empresarial se agudizó por la pandemia y fue más profunda cuanto más pequeño el número de empleados.
El tamaño medio de las empresas es una variable clave para la solidez de una economía. Cuanto más grande es una empresa, más barato se financia, le resulta más fácil exportar, aprovecha mejor las economías de escala, ofrece mejores oportunidades laborales a sus empleados y resiste mejor los períodos de inestabilidad económica.
El menor tamaño medio de las empresas sigue siendo una debilidad estructural de España. La firma media española es de las más pequeñas de la UE, cosa que puede verse a través del hecho de que España tiene más empresas que Alemania, pese a que su economía tiene un tamaño sustancialmente mucho menor. Eso se explica por el menor tamaño medio de la empresa española, cosa que también puede verse a través de la baja proporción de empresas con al menos 10 empleados dentro del total de compañías: un 4%, frente a una media europea de un 6% y un 12% o más en Austria, Dinamarca Alemania o Luxemburgo.
La recuperación económica tras la COVID-19
La pandemia ha puesto en peligro todos los aspectos de nuestras vidas, pero ya se observa una recuperación en todos los ámbitos, y en especial en el empleo.
En 2021 se recuperó todo el empleo perdido en la pandemia. La fuerte creación de empleo permitió recuperar a lo largo del último año prácticamente todos los puestos de trabajo perdidos durante la COVID-19. Sin embargo, el aumento de la población activa hizo que, pese al buen resultado del empleo, el número de parados no se haya reducido hasta los niveles prepandemia, como decíamos en el apartado anterior.
Esto último es lo que indica la tasa de paro, que se redujo 7 décimas, en promedio, a lo largo del año, pero que no pudo retroceder hasta los valores de 2019. En cualquier caso, en comparación con la crisis 2008-2013, la evolución de la tasa de paro en la pandemia resultó mucho más satisfactoria.
Como se destaca anteriormente, la población activa (ocupados y parados que buscan activamente empleo y no lo encuentran) creció más que la inactiva, tras ocho años ocurriendo lo contrario.
La población activa tuvo en 2021 su mayor incremento desde el año 2005. Sin embargo, los 23,2 millones que conformaron la población activa de 2021 sumaron, por ejemplo, 240.000 personas menos que en 2012.
Así, la tasa de actividad española vuelve a colocarse por encima de la media de la UE, y la tasa de empleo (proporción de la población de 16 años o más que trabaja) se recuperó de forma marcada, llegando a un 49,9%. Es, después del de 2019, el segundo mayor dato desde 2008.
La COVID-19 castigó más duramente a las mujeres en el mercado laboral, pero durante la sostenida recuperación la tasa de empleo de mujeres está cerca de alcanzar su máximo histórico. La tasa de actividad (porcentaje de la población de 16 o más años de edad que vive en viviendas familiares, que trabaja o busca empleo) tuvo su mayor incremento desde 2006, en este caso de 1,1 puntos porcentuales, para llegar a un 58,5%. Subió tanto la tasa de actividad de varones como de mujeres, algo que no sucedía desde 2008.
Pese al incremento, la tasa de actividad total de 2021 fue inferior a la de 2019. Lo mismo ocurrió en el caso masculino. En cambio, la tasa de actividad femenina de 2021 es la más elevada desde 2015.
La recuperación fue más decidida en el caso femenino: su 44,7% es el segundo mayor dato de la serie histórica. Aun así, la tasa de empleo de varones es 10,6 puntos porcentuales mayor.
Pese a que la caída del empleo de 2020 afectó por igual a ambos sexos, en 2021 el empleo de mujeres se recuperó con más fuerza. Así, la participación de las mujeres en el empleo total aumentó hasta el 46,1%, lo que marca un nuevo máximo histórico.
Mirando los datos de los últimos diez años se observa aún mejor el avance del empleo femenino. Entre 2011 y 2021, mientras el número de varones trabajando creció un 4,9%, el de mujeres lo hizo un 10,3%. Las mujeres captaron casi dos de cada tres empleos creados en la última década.
Atendiendo a la afiliación, el incremento fue proporcionalmente muy similar en ambos sexos. Sin embargo, mientras las mujeres alcanzaron un récord, con 8,96 millones de afiliadas, la afiliación masculina, de 10,28 millones, es un 8% inferior al máximo de 2007, de 11,18 millones. En total, la afiliación recuperó todo lo perdido en 2020, alcanzando también un máximo histórico con 19,45 millones de afiliados.
Por otro lado, observando la recuperación según las franjas de edad, los mayores de 40 años han superado su nivel de empleo prepandemia. El empleo se recuperó en todas las franjas de edad, aunque el mayor incremento del número de ocupados ocurrió entre los menores de 25 años (+12,6%), pero no fue suficiente para recuperar el nivel de empleo de 2019. Por primera vez desde 2017, creció el empleo de personas de entre 25 y 39 años. La pérdida de participación de esta franja de edad, fenómeno vinculado al envejecimiento de la población, es marcada: en 2001 eran el 40% del total de ocupados, ahora son el 30,8%.
Volviendo a la afiliación, esta vez según la edad, destaca el récord de afiliación de personas de 45 y más años de edad, grupo cuyo número de afiliados no se redujo en 2020.
La franja de edad de los menores de 25 años fue la que más se expandió, pese a no haber recuperado la afiliación de 2019. Y el grupo de entre 25 y 44 años de edad mostraron el incremento más moderado, aunque 3 de cada 4 afiliados corresponden a ese colectivo.
La irrupción de la pandemia tuvo un impacto muy diferente entre los sectores de actividad. Sin duda, esta crisis se cebó con los sectores más afectados por los confinamientos, como la Hostelería y el Comercio, de igual modo que, junto a los más tecnológicos, la alimentación y la agricultura, hubo un crecimiento en la Salud y la Educación, y por segundo año consecutivo vuelven a ser las ramas donde más crece el empleo.
Las actividades de Salud y Educación fueron las que más incrementaron su número de ocupados. En 2021 lo hicieron un 6,9%, que es su mayor incremento, al menos, desde 2008.
Las Manufacturas y el Comercio, por su parte, fueron las únicas ramas de actividad que perdieron empleo por segundo año seguido. En las Manufacturas, en 2021, trabajó menos gente que en 2018, en el Comercio menos que en 2016.
Pese a contarse entre las ramas de actividad que aumentaron el empleo, la Hostelería es la que presenta la peor situación relativa: sus 1,46 millones de ocupados de 2021 sumaron menos que los que tenía en 2015.
Así, la recuperación del empleo en las distintas ramas de actividad fue muy dispar. El sector primario se destacó por ser el único que continuó perdiendo empleo. El caso opuesto es el de Información y Comunicaciones, que no dejó de ganar empleo ni durante la pandemia.
En la Industria y el Comercio la recuperación fue parcial, mientras en la Construcción, el Transporte y el resto de Servicios se recuperó todo lo perdido en 2020 y se alcanzaron nuevos máximos de ocupación. Y finalmente, en la Hostelería el empleo quedó prácticamente igual.
Respecto a la recuperación en las autonomías, en ocho de ellas se recuperó todo el empleo perdido durante la pandemia. En Andalucía, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, Extremadura, la Comunidad de Madrid y la Región de Murcia, el incremento del empleo fue suficiente como para más que recuperar todo el empleo perdido en la pandemia. En las restantes autonomías, no tanto, pero en 2021 creció el empleo en todas las autonomías simultáneamente, algo que no ocurría desde 2017.
Castilla-La Mancha (+6,1%) y la Región de Murcia (+5,7%) obtuvieron los mayores incrementos. En el extremo opuesto se colocaron Galicia (+1%) y el País Vasco (+1,1%). Las ciudades autónomas mostraron casos dispares: mientras que en Melilla el empleo creció un 6,9%, en Ceuta se redujo un 4,9%.
Atendiendo a la afiliación, el número de afiliados a la Seguridad Social aumentó en 2021 en todas las autonomías, así como en ambas ciudades autónomas. Sin embargo, en solo 9 comunidades el incremento resultó suficiente como para recuperar los niveles de afiliación de 2019. Las regiones que sí lo lograron fueron Andalucía, Cantabria, Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana, Extremadura, la Comunidad de Madrid, la Región de Murcia, Navarra y La Rioja. Además, en los casos andaluz, madrileño, navarro y murciano, los niveles de afiliación de 2021 son máximos históricos.
En 2021 hubo un crecimiento generalizado del empleo, en particular del empleo asalariado, que aumentó un 3,2%. Especialmente fuerte resultó el incremento en el número de empleadores (+6,3%), aunque no bastó para recuperar su nivel de 2019.
El colectivo de autónomos (no tienen empleados a cargo) fue el único que se contrajo, cosa que puede explicarse por las personas que recurrieron al autoempleo como alternativa de emergencia, pero que volvieron al empleo asalariado o a contratar personal al ir normalizándose la situación.
Un 63% del empleo creado fue de asalariados del sector privado, un 26% fue del sector público y el 11% restante corresponde a trabajadores por cuenta propia.
El número total de asalariados del sector público aumentó por séptimo año consecutivo, alcanzando un nuevo máximo histórico, ahora con 3,45 millones. 1 de cada 4 empleos creados fue del sector público. De ellos, casi el 60% corresponde a las Comunidades Autónomas. Los empleados públicos autonómicos superaron por primera vez los 2 millones, el doble de los que eran en 2002.
El valor de la I+D+i
Si algo ha puesto de manifiesto la COVID-19 es la importancia de la Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i), en el ámbito de la salud y sobre todo de las vacunas.
Una de las formas más objetivas de medir el esfuerzo realizado por cada país en I+D+i es el porcentaje de personas que se ocupa de ese tipo de tareas dentro del total de ocupados. España se sitúa por debajo de la media de la UE en personal dedicado a I+D+i. Ese indicador está estancado en nuestro país desde 2010, oscilando entre el 1,88% y el 1,96%. En cambio, la media de la UE pasó de un 1,79% a un 2,26% en los últimos diez años. Aun así, la proporción de ocupados en tareas de I+D+i en España, que es menor que en Grecia y Portugal, es superior a la de la mayoría de los países del Este del continente.
Sin embargo, en España continúa el retraso relativo del gasto en I+D+i respecto de la UE. Desde 2014 viene creciendo en España el gasto en Investigación, Desarrollo e innovación, medido en euros por habitante. Pero, el aumento acumulado desde entonces hasta 2020, de un 20,9%, es inferior a la media de la UE-27 (+23,9%), por lo que la posición relativa española no ha mejorado: en 2010 el gasto en I+D+i por habitante de España era un 36% más bajo que el de la media de la UE; en 2020 fue un 52% inferior.
Atendiendo al gasto de las empresas españolas en I+D+i, en comparación con los países de la UE, se puede ver que también es insuficiente. Países con un gasto por habitante en I+D+i más bajo que España, lo están incrementando en una medida mucho mayor, por lo que la ventaja de nuestro país se ha diluido. Tales son los casos de Polonia (+89,1%) y Portugal (+46,8%).
Desglosando por sectores inversores el gasto, se encuentran matices relevantes. En el caso de España, el elemento común de los tres actores principales (gobierno, empresas y universidades), es que el gasto en I+D+i se ha ido alejando de la media de la UE-27.
Sin embargo, el resultado de ese proceso común es bien diferente: en tanto que el gobierno español gasta un 28% menos que la media europea, las universidades lo hacen un 43% por debajo de dicho promedio. Peor aún es la situación relativa de la empresa, que gasta un 60% menos que la media europea en I+D+i.