¿Emprendedor, empresario o especulador? Conozca las diferencias

Simbología y semántica para representar, en líneas generales, las ideas que flotan sobre la cabeza de un ciudadano medio

Publicado el 11 Jul 2011

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Desde los comienzos de la economía de libre mercado se ha hablado de la figura del empresario, tan alabada por unos como vilipendiada por otros. En los últimos años se ha venido instaurando el término emprendedor, que con matices consigue suavizar la mala fama que en ocasiones ha acabado atesorando el término empresario. Como punta de lanza del sector encontramos el término especulador, de evidentes connotaciones negativas.

Pero entonces, ¿qué es un emprendedor? ¿En qué se diferencia de un empresario? ¿Todo emprendedor es empresario? ¿Todo empresario es emprendedor? ¿Y un especulador? ¿Cualquier tipo de autónomo o pequeño empresario ya es en cierto modo un especulador?

C. Otto revisa para Cotizalia la simbología y semántica que se le ha venido dando a estos tres términos desde el discurso popular. Algunas opiniones pueden ser típicas, y otras incluso tópicas, pero podrían representar, en líneas generales, las ideas que flotan sobre la cabeza de un ciudadano medio:

Emprendedor

En los últimos años, la palabra emprendedor se ha venido usando para referirse a las personas que optan por el autoempleo y por sacar adelante -y desde cero- su proyecto, ya sea a nivel de pyme o con un volumen mayor de empleados, clientes, cobertura…

En la mayoría de usos, la palabra emprendedor suele usarse para los responsables de proyectos que tienen su base en las nuevas tecnologías o que, al menos, presentan un grado de innovación. Con frecuencia, al emprendedor se le pide un valor añadido, un plus, un “ir más allá” y aportar nuevos elementos para nuevos nichos de mercado.

Por otro lado, al emprendedor se le suele observar un perfil más joven, más abierto, más dialogante y, sobre todo, más cercano. Además, al emprendedor se le otorga un carácter más técnico y creativo que empresarial: es el que tuvo la idea del producto, el que la desarrolla, el que no pierde de vista los detalles, el que dirige a su equipo…

Del mismo modo, le costará más reunir financiación, teniendo que recurrir a los populares ‘FF’ (Friends and Family) o a pequeños inversores. Social y lingüísticamente, el uso de la palabra emprendedor parece denotar unas connotaciones visiblemente positivas, aunque en sectores ideológicos más alejados del neoliberalismo, cualquier tipo de autónomo o pequeño empresario siempre puede ser mal visto.

Empresario

Empresario es el término habitual con el que referirse a la persona que tiene empleados a su cargo. Con el tiempo, el término ha acabado acumulando en algunos sectores una carga social evidentemente negativa, determinada también por el carácter sobrio y distante de la figura del empresario.

Por lo general, al empresario se le ve como una persona más ligada al mundo empresarial puro y duro que al técnico o al creativo: su misión no sería tanto crear el producto cuanto hacerlo rentable y gestionar todos los recursos de la empresa.

En los círculos emprendedores, a menudo se dice que un buen empresario podría estar en cualquier tipo de empresa, pero que un buen emprendedor no es capaz de desarrollar cualquier idea o proyecto. Por otro lado, al empresario le faltaría el factor innovador, ya que se decantaría más por negocios tradicionales, pero seguros.

En cuanto a la financiación, vendría de su propio bolsillo o de inversores a los que no le costaría mucho trabajo acceder. A día de hoy, muchos empresarios son vistos como personas distantes, alejadas de sus trabajadores (muchos trabajadores ni siquiera conocen a sus empresarios en persona). Si a eso les sumamos los conflictos laborales y las luchas sindicales nos encontramos con empresario como un término que a menudo no goza de demasiada buena fama.

Especulador

Ni que decir tiene que el especulador soporta una tremenda carga negativa, a menudo reforzada por sí mismo. Por lo general, es especulador posee grandes cantidades de dinero, que repartiría en inversiones en diferentes empresas cuya rentabilidad a corto-medio plazo estuviese más o menos garantizada.

Al especulador se le acusa con frecuencia de permanecer en un status social tan alto que poco o nada le importaría el escalafón más bajo de toda su cadena de beneficios: el trabajador. Si bien es indudable su carácter planificador y estratégico, a menudo es visto como una persona que, una vez alcanzada una óptima situación económica, su labor se limita a mover dinero de un sitio a otro sin aportar trabajo real.

Muy grosso modo, éstos son los tres estratos que a menudo forman la estructura empresarial en nuestro país. No cabe duda de que los retratos anteriores pueden estar llenos de inexactitudes, ya que, además, los términos no son excluyentes entre sí. Pero sí que estos retratos parecen aproximarse bastante a la visión que el ciudadano medio tiene de estas tres figuras.

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Redacción TICPymes

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