OPINIÓN: La otra cara del comercio electrónico

Reconozco que mi experiencia con el comercio electrónico no va más allá de comprar unas entradas para un concierto o reservar un billete de tren.

Publicado el 17 Nov 2017

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No siento la pasión por comprar que mis congéneres de la redacción rezuman cuando se asoman a Ali Express o Amazon. Estos megacentros comerciales han encontrado la fórmula para captar el interés del ciudadano del siglo XXI, para quien el tiempo se ha convertido en la divisa más importante. La comodidad, la variedad y la rapidez son tres de los valores que más aprecian mis compañeras periodistas, pero sin perder de vista el precio, que por lo general suele ser más favorable. Con todos estos argumentos, muchos podrán pensar que no se les pueden hacer objeciones a estos modelos de negocio que llevan a la casa del consumidor cualquier tipo de producto y en un plazo de tiempo que parece increíble. Todo idílico: una experiencia de cliente de diez y un negocio redondo. Y tan redondo, que el fundador y consejero delegado de Amazon, Jeff Bezzos, destronó por unas horas a Bill Gates como el hombre más rico del mundo. Con la subida operada en Wall Street, Bezzos lograba que su cartera de títulos bursátiles se situara en 90.900 millones de dólares, 200 millones más que su vecino de Seattle.

Hasta aquí todos contentos, ¿o no todos? Amazon es uno de los grandes Over The Top que acapara el negocio mundial, acompañado de otros titanes como Google, Facebook o Netflix cuya tendencia a la concentración es asombrosa. Las operadoras se quejan de que ellas cardan la lana (invierten en las redes) y las OVT se llevan la fama y la pasta. Tampoco contribuyen con los impuestos al mismo nivel que las grandes multinacionales locales. Además, las tiendas de barrio y pequeñas empresas sufren este ‘poder devastador’ y muchas de ellas están destinadas al cierre sin remisión. Los teóricos se engolan la garganta para decir que se ‘reinventen’, y se entregan sin condiciones a las nuevas empresas de un mundo cada vez más líquido. A veces siento vértigo del poder que estamos dando a este tipo de empresas, y que terminemos finalmente subyugados, por un modelo de vida en el que hemos caído como en ese panal de miel del que las moscas de la fábula quedaron ‘presas de patas en él’.

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Rufino Contreras

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