Redes, ¿casualidad o destino?

La nueva teoría de redes del físico László Barabási desafía el modelo aleatorio y propone unas leyes universales que gobiernan la formación de las redes.

Publicado el 22 Sep 2009

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Mayra Martínez Avidad

Seguro que alguna vez a lo largo de su vida se ha preguntado si el hecho de conocer a tal o cual persona es fruto del azar o del destino. En muchos casos existe una tendencia natural a pensar lo segundo, ¿qué sino el destino puede haber hecho que esta nueva persona que tanto se nos parece y con la que tanto compartimos apareciera de repente en nuestra vida? En realidad, ciertas fuerzas del destino son, en la mayoría de los casos, las responsables de los amigos que tenemos y de que nuestras relaciones personales sean las que son. Decepcionará a los más románticos saber que esto no significa que el universo entero se confabule (como lo expresaría el escritor Paulo Coelho), para que dos almas gemelas sin ninguna relación entre sí consigan encontrarse en algún punto de sus vidas; sino más bien todo lo contrario. Las personas que conocemos y nuestras redes sociales ya sean físicas o virtuales, responden a un patrón preestablecido, en cierto modo previsible y nada arbitrario. Aquí destino se convierte en el lógico funcionamiento de las leyes universales que gobiernan la formación de las redes.

Esto es lo que básicamente defiende el máximo exponente de la nueva teoría de redes, el físico de origen rumano Albert László Barabási y autor del libro Linked. The new science of Networks. Barabási, que actualmente trabaja en la Northeaster University de Boston, estuvo la semana pasada en Madrid participando en los debates abiertos organizados por la Fundación Telefónica, “Diez conceptos que están cambiando el mundo”, donde ofreció una conferencia magistral sobre su teoría de redes. Dicha teoría no es sólo aplicable al mundo globalizado de la era postindustrial donde todo, desde organización del trabajo, al sistema económico o la sociedad, se organizan en torno a un esquema de red. En realidad esta ciencia se centra en el estudio de los mecanismos que rigen el despliegue de las redes, presentes en todos los ámbitos de la vida desde el principio de los tiempos. De hecho, uno de los mayores expertos de la historia en la difusión de redes fue -aunque él evidentemente no lo sabía- el Apóstol San Pablo. Según Barabási, el eficiente manejo de las redes sociales del que hizo gala este discípulo de Jesucristo, fue el punto determinante para convertir una pequeña secta judía sin muchos seguidores, en la base de la religión dominante del mundo occidental.

La nueva teoría de red vs redes aleatorias

Lo novedoso de la teoría de Barabási, aplicable tanto redes biológicas, sociales, organizativas o empresariales, es que desmonta la mayoría de los supuestos de los modelos aleatorios precedentes. El modelo de red aleatorio ideado por los matemáticos húngaros Paul Erdös y Alfréd Rényi en 1960 -según el cuál los nodos se interconectaban al azar y más tarde de par en par, hasta dar lugar a la aparición casi mágica de la red- no es para Barabási demasiado realista. “Sería imposible explicar el funcionamiento de la sociedad desde un punto de vista aleatorio ¿cómo si no existirían sistemas que requieren mucha ordenación inherente como la escuela o la sanidad?”. Además, lo arbitrario presupondría un grado de democracia casi perfecto en cuanto a la influencia y popularidad de los puntos de contacto: todos tendríamos un número equivalente de amigos, las mismas conexiones y, al fin y al cabo, el mismo poder.
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En realidad, para el académico existen unas leyes universales que dominan la forma en que se organizan las redes. Una de estas leyes, hace referencia precisamente a eso que nos llama tanto la atención sobre si existe un patrón que determina nuestras nuevas relaciones. Según Barabási, las redes se forman según un enlazamiento preferencial, es decir, los contactos se construyen según ciertas preferencias. En el caso de las relaciones sociales, solemos tener predilección por aquellas personas más populares, es decir, normalmente creamos contacto con aquellas personas que más contactos tienen. Ésta es la extrapolación de lo que el académico observó del estudio de la World Wide Web, el cuál reveló que los nodos (sitios web) prefieren enlazarse a conectores (sitios web que poseen las mayores conexiones). Visto así, el esquema visual de la red se asemejaría a las “redes aéreas”, donde hay unos pocos nodos principales (las grandes ciudades donde hacen escala la mayoría de los aviones) que son los encargados de sostener la estructura en red y muchos otros prescindibles.

El juego de Kevin Bacon

Para ilustrar cómo funciona este modelo en las redes sociales, Barabási nos invita a jugar al “juego de Kevin Bacon”. La tarea se basa en buscar conexiones entre el actor norteamericano y otros personajes famosos. En tan sólo uno o dos pasos, cualquiera puede encontrar la relación que une a Bacon con la mayoría de las personas más populares en el mundo. “Es fácil encontrar links con famosos. Hasta yo mismo tengo contacto con Bacon por un documental en el que ambos participamos”, afirma Barabási.

Con este sencillo juego, Barabási ilustra que en el mundo hay unas cuantas personas con muchos contactos mientras que la mayoría solamente tenemos unos pocos. Diversas investigaciones han dado lugar a la misma conclusión. Por ejemplo, un estudio sobre el patrón de transmisión del virus del sida en Suecia, reveló que la formación de las redes sexuales respondía al mismo esquema: mientras que la mayoría sostenía encuentros sexuales con unas cuantas personas, sólo unas pocas atesoraban multitud de parejas sexuales. “Lo que debe suceder en muchos países, no sólo en Suecia”, apostilla Barabási.

Sin embargo, esto no implica que para la mayoría de nosotros sea imposible acceder a ciertas personas. En realidad, las redes están mucho más interconectadas de lo que imaginamos. Quizá para cualquier persona de a pie, llegar a encontrar los lazos que le unan a famosos como Bacon puede ser una tarea algo más ardua, pero en ningún caso imposible. De hecho, una de las leyes de la teoría de redes de Barabási, hace alarde del dicho “it is a small World”, lo que en español se conoce como “el mundo es un pañuelo”. Para el académico de origen rumano, la leyenda sobre que es posible relacionar cualquier persona en el mundo con cualquier otra a través de tan sólo seis puntos de contacto, es una verdad incontestable. De hecho, por difícil que parezca, es probable que a usted y a mí nos separen incluso menos de seis contactos de Barack Obama o del Papa. “La dificultad es que no sabemos cuáles son todas las conexiones de las personas que conocemos, así que es posible que en general se necesiten incluso menos de seis contactos”, afirma el profesor de la Northeaster University.

Redes en continuo crecimiento y evolución

Las redes no son estáticas sino que están en continua evolución. A medida que se añaden contactos a un nodo, este crece de forma más rápida y exponencial. En palabras de Barabási, “si no conoces a nadie, nadie podrá presentarte a otras personas, y viceversa, cuanto más estés conectado, más crecerá tu red”. Este es el principio que preside el funcionamiento de las redes: la red siempre se está expandiendo y creciendo, y este crecimiento da lugar a cambios y adaptaciones. Por eso, a pesar de que existen ciertas fuerzas en torno a las redes que nos rodean y los contactos que establecemos, éstos pueden de repente cambiar si se introduce alguna variable desestabilizadora. Así, una circunstancia concreta en principio imprevisible, o alguna acción calculada por usted mismo, puede en cualquier momento cambiar su destino y posicionamiento en su red social.

Porque, a pesar de todo, la red, no es infalible. Al contrario de los modelos aleatorios, en los que se presuponía un sistema robusto resistente a cualquier fallo, las redes son vulnerables a fallos y pueden llegar incluso desintegrarse. Esto ocurre especialmente si se ataca directamente a los nodos que funcionan como pilares para la red. Un caso real de este proceso puede verse en el reciente crash financiero. Aunque hubo indicios de la crisis por las bancarrotas que afectaron a algunas pequeñas y medianas compañías de seguros con anterioridad al gran crash, no fue hasta el 14 de septiembre de 2008, el día oficial en el que sucumbió el gigante del Wall Street Lehman Brothers, cuando el sistema realmente colapsó. La red financiera mundial se desintegró porque quebraron los nodos principales.

Lo que ocurrió después de este crash financiero también es representativo de otra de las leyes de la teoría de redes: el principio de idoneidad. Según este principio, los puntos que forman una red siempre tratan de enlazarse con aquellos puntos más funcionales, aquellos de cuyo contacto surge alguna ventaja comparativa. En el caso de la quiebra de Wall Street, una vez que la red despareció, todos los puntos miraron al nodo principal, el único capaz de ofrecer una funcionalidad frente al resto: el Gobierno de Estados Unidos. Los paquetes de salvamento de la Administración Obama convirtieron al Gobierno estadounidense en el nodo más competitivo, y por tanto, sus conexiones crecieron mucho más que el resto. Ello también rompe con otro de los mitos de la teoría aleatoria, según el cual los nodos más antiguos son los más poderosos, e introduce cierta meritocracia inherente a la organización de las redes. También aquí podemos recurrir a ejemplos concretos; no hay más que ver a Google. Ninguno de los buscadores que precedió a su existencia pudo hacer nada para impedir que hoy día más del 90% de los usuarios de todo el mundo elijan conectarse a Google cuando necesitan realizar una búsqueda en Internet

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