En 1987 IBM, que seis años antes había inventado el Personal Computer, se debatía luchando contra el fenómeno de los clónicos, ordenadores procedentes normalmente de Japón y otros países asiáticos que venían a romper su plácido dominio en el mercado de los ordenadores personales, por entonces todavía caros y con jugosos márgenes para el gigante azul. La oleada clónica fue de tal calibre, con equipos más asequibles y compatibles, que IBM terminaría vendiendo su división a la china Lenovo y pasó página en el puesto de trabajo personal.
Sin embargo, con el fenómeno actual de la tableta, las cosas no suceden con la misma lógica. Apple ha sido la primera en tomar delantera y dar el golpe de mano, captando a propios y extraños con un poder de seducción sin precedentes. El iPad se entronizó sin necesidad de grandes campañas publicitarias y dispendios del departamento de marketing. Por el contrario, fueron sus fieles acólitos los que le hicieron el trabajo, subyugados por su interfaz y su marketplace. Y el resto de la industria, atónita y con el pie cambiado, se ha volcado en pos del mismo objetivo.
Pero, claro, en este sector no sólo basta con ser el más rápido sino el más apto en captar el interés del cliente. La práctica totalidad de los proveedores de hardware se han lanzado a fabricar tabletas, pues es lo que toca, y la mayoría de ellos lo hacen por el que dirán, pues muchos de ellos no van a obtener un euro de beneficio. ¿Qué pasa aquí? Si no tienes un tablet en tu portfolio, parece que no estás en la onda del BYOD y de la consumerización.
Y guardar las apariencias supone un roto en tu cuenta de resultados. Recientemente un directivo de hardware reconocía que fabricar tabletas no es rentable (sólo Apple y Samsung lo han conseguido). Además, según esta fuente, algunas marcas ejercen cierta tiranía sobre el canal de distribución, que no sabe a qué carta quedarse para rentabilizar este fenómeno. Está claro que el ‘low cost’ no es rentable; el netbook, ese ‘walking dead’, fue un experimento efímero y ahora falta saber si la tableta no es más que un exponente de un producto que terminará siendo desplazado por otro ‘killer’, que algún ingeniero está pergeñando en su laboratorio de I+D.